sábado, 18 de junio de 2016

ORACIÓN AL ABSOLUTO E INEFABLE SEÑOR.


AVE MARÍA PURÍSIMA.

"Tú, Señor, sabes que la plaga del PECADO lo corrompe todo y el mundo está completamente podrido, Tú sabes estas cosas, CRISTO JESÚS, y ves que ha llegado otra vez la plenitud de los tiempos y que este mundo febril y bestializado no merece sino ser castigado por un diluvio de fuego o salvado por tu mediación.
Únicamente tu Iglesia, la Iglesia por Ti fundada sobre la Piedra de Pedro, la única que merece el nombre de Iglesia, la Iglesia Única y Universal, que habla desde Roma con las palabras infalibles de tu Vicario, todavía se alza, reforzada por los ataques, engrandecida por los cismas, rejuvenecida por los siglos, sobre el mar furioso y enfangado del mundo. Pero Tú, que la asistes con tu espíritu, sabes cuántos y cuántos, incluso de los de ella nacidos, viven fuera de la ley.

Has dicho una vez; "Si alguien está solo, Yo estoy con él. Mueve la piedra y allí me encontrarás: hiende la madera, que allí estoy Yo"(1). Mas, para descubrirte en la piedra y en el leño, es necesaria, cuando menos, la voluntad de buscarte. Y hoy los más de los hombres no saben, no quieren hallarte. Si no haces sentir tu mano sobre su cabeza y tu voz en sus corazones, seguirán buscándose tan sólo a sí mismos, sin hallarse, porque nadie se posee si no te posee.

Nosotros te rogamos, pues ¡oh CRISTO!; nosotros, los renegados, los culpables; nosotros, los que aún nos acordamos de Ti y nos esforzamos en vivir contigo, aunque siempre demasiado lejos de Ti; nosotros, los últimos, los que, fatigados, rendidos, regresamos de los periplos y los precipicios, te rogamos que vuelvas una vez más entre los hombres que te mataron, entre los hombres que siguen matándote, para darnos de nuevo a todos nosotros, asesinos en la oscuridad, la luz de la verdadera vida.

Más de una vez, después de la Resurrección, te has aparecido a los vivos, les has mostrado Tu Rostro y hablado con Tu Voz. Los ascetas escondidos entre los arenales, los monjes en las largas noches de los cenobios, los santos en las montañas, te vieron y te oyeron, y desde aquel día no pidieron sino la gracia de la muerte para reunirse contigo.

Tú fuiste luz y palabra en el camino de Pablo, fuego y sangre en el antro de Francisco, amor ardiente y perfecto en las celdas de Catalina y de Teresa.

Si para unos volviste, ¿por qué no vuelves una vez para todos?. Si ellos merecieron verte, con el derecho de su apasionada esperanza, nosotros podemos invocar los derechos de nuestro yermo desaliento.
Aquellas almas te evocaron con el poder de la inocencia; las nuestras te llaman desde el fondo de la debilidad y el envilecimiento. Si saciaste los éxtasis de los Santos, ¿por qué no has de acudir al llanto de los miserables?. ¿No dijiste haber venido para los enfermos más que para los sanos, por el que se perdió más por los que quedaron?.
Pues ya ves que todos los hombres están apestados y febriles, y que cada uno de nosotros, buscándose a sí mismo, se ha extraviado y te ha perdido. Nunca como hoy ha sido tan necesario tu Mensaje, y nunca fué como hoy olvidado y menospreciado.

El reino de Satanás ha desplegado todo su poder, y la salvación que todos buscan a tientas no puede estar más que en tu Reino.

El gran experimento se aproxima al fin. Los hombres, alejándose del Evangelio, han encontrado la desolación y la muerte.
Más de una promesa y de una amenaza se han cumplido. Ya no tenemos nosotros, los desesperados, sino la esperanza de que vuelvas. Si no vienes a despertar a los durmientes que yacen en la charca hedionda de nuestro infierno, es señal de que el castigo te parece aún harto corto y ligero para nuestra traición y no quieres derogar el orden de tus leyes. Y hágase tu voluntad ahora y siempre, en el Cielo y sobre la tierra.
Pero nosotros, los últimos, te esperamos todos los días, a pesar de nuestra indignidad y de todo imposible.
Y todo el amor que podamos obtener de nuestros corazones devastados será para Ti. ¡Oh CRUCIFICADO!, que fuiste atormentado por amor nuestro y ahora nos atormentas con todo el poderío de tu implacable AMOR". Amén.

(1) Estas palabras que el autor pone en boca de JESUCRISTO no se leen en ninguno de los Libros Sagrados. Son uno de aquellos agraphia o sentencias no escritas sino transmitidas de viva voz que se atribuyen a JESUCRISTO, pero cuya autenticidad no está comprobada.

(del Libro "HISTORIA DE CRISTO" de Giovanni Papini. P.450 y siguientes).

http://pecadoscomemos.blogspot.com

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